Desde el interior de un autocar estacionado en distintos espacios de tránsito, asistimos a las conversaciones casuales entre cuatro suplentes de la selección de hockey patines a lo largo de su viaje a Alemania para jugar la final de la Copa de Europa.

 

La selección empezará el viaje con una euforia justificada que se irá modulando a medida que se acerque el día de la final. Un periplo algo más largo de lo que hubiese sido estrictamente necesario, que el equipo aprovechará para fortalecerse, beneficiándose de unas pequeñas vacaciones conjuntas —con visitas de rigor incluidas, dese la cúpula de Barceló en Ginebra, hasta las fuentes del Danubio o el campo de exterminio de Auschwitz.

 

Un viaje cargado de emociones colectivas, pero visto siempre desde la retaguardia, por parte de cuatro jóvenes que pronto dejarán de serlo, y todavía no se han dado cuenta de que su futuro cada vez tiene que ver más con un presente cada día más real y que ellos mismos no han acabado de construir nunca con la contundencia de sus ilusiones.