¿El suicidio artístico de un poeta de solo cuarenta-y-cinco años? ¿Una manera radical de reivindicarse al margen de las dinámicas promocionales en un mundo

cultural cada vez más publicitario? ¿Una consecuencia natural del narcisismo de un autor que a la hora de recoger el Premio Recvll declaró que lo más importante para él era el fútbol? ¿Una muestra de compromiso radical con la escritura? ¿O quizás de pereza, sencillamente? Estos son algunos de los interrogantes planteados por el Cuaderno del fraude, en que Albert Balasch ha recogido la totalidad de su obra publicada, después de haber dedicado más de cinco años a reescribirla y reordenarla a conciencia.

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Este F.R.A.U. D.E. de siete horas no es otra cosa que la traducción escénica del Cuaderno del fraude desde diferentes perspectivas teatrales que abarcan desde el happening hasta la tragedia en verso, pasando por la creación visual o la rapsodia postdramática. Un espectáculo pluridisciplinario bajo la mirada atenta de la voz literaria de Balasch, con que el director Albert Arribas también se acerca a las contradicciones creativas del poeta reescribiendo y reordenando a su vez algunos de sus propios montajes anteriores —en especial Salón de espejos, un espectáculo sobre Feliu Formosa en forma de falso homenaje que se pudo ver en el TNC el año 2014.

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La vida literaria de Balasch ha estado marcada por una constante sensación de «incapacidad», y por el rechazo a las dinámicas divulgativas lúdico-festivas a las cuales parecía tenerse que sotmeter el hecho artístico para encajar en una sociedad cada vez más mercantilizada, y por tanto más capaz de convertir ciudadanos en consumidores. Llevar el Cuaderno del fraude al escenario también es, quizás, una manera sensata de reflexionar sobre este festival de banalidades que nuestro siglo XXI ha propiciado bajo el nombre de «políticas culturales».