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Comentari de Hans Laguna sobre F.R.A.U.

El sábado fui a ver F.R.A.U., una obra de teatro que dura SIETE HORAS seguidas y no tiene “argumento”. No pretendo explicarla, porque es una barbaridad compuesta de múltiples capas, sino más bien hablar de la experiencia única que tuve como espectador. Aunque iba predispuesto, me tragué la obra entera de forma asombrosamente plácida. Para mi sorpresa, pasé las siete horas sin moverme de la butaca, sin salir de la sala ni para orinar ni para comer (me llevé un plátano y un poco de agua), y apenas miré el móvil un par de veces. El caso es que no puedo decir que la obra consiguiera “entretenerme” y, sin embargo, sí logró que me entregara de forma absoluta al paso del tiempo. Me rendí como espectador y encontré con ello una extraña paz. 


En F.R.A.U. las situaciones han sido dispuestas para que el lenguaje se vacíe de su significado habitual y adquiera así una nueva dignidad. Un despliegue excesivo de gestos y palabras que, libres de convenciones, parecen regresar a su origen mítico. Lo ridículo y lo sagrado se entremezclan hasta que descubrimos que la diferencia entre una cosa y la otra deja de tener sentido. El espectador asiste a un gigantesco ritual que resulta incomprensible e inhumano, pero del que participa sin necesidad de involucrarse racional ni emocionalmente. Se siente cómodo en una especie de terreno pre-lingüístico, presa de un encantamiento en el que, a pesar de todo, no deja de ser dueño de sí mismo. 


Frente a los reportajes de Deportes Cuatro, la radical experiencia del tiempo que plantea F.R.A.U. me parece imprescindible.

 

Resposta de Míriam Cano

Jo hi vaig anar dissabte, també. Vaig marxar cap a les nou perquè tenia un sopar, però és tal qual ho expliques. Al principi vaig patir una mica, però de cop i volta el meu cervell va fer un clic i em vaig quedar completament entregada, com un avi que mira les obres.

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